Software Libre

Software Libre: de la independencia a la competitividad

En Argentina, el Software Libre  espera más apoyo oficial para tener más chances de desarrolloDe movimiento universitario en los años 60 a buscar competir contra los gigantes informáticos. En Argentina, el Software Libre  espera más apoyo oficial para tener más chances de desarrollo

Copiar, mejorar, distribuir, modificar. Esas son las máximas de los desarrolladores y usuarios de Software Libre (SL) que pugnan por mantenerse al margen de las grandes empresas de informática, casi como un motivo de militancia, de no sumisión ante los gigantes del mercado. De libertad.

El desarrollo de SL tiene sus inicios en las décadas del ’60 y ’70 del siglo pasado, en ámbitos universitarios de Estados Unidos, cuando todavía la informática no era un fenómeno masivo. En esos círculos cerrados, los programas de computación circulaban sin restricciones entre los usuarios. Eran épocas en las que surgió el germen de lo que luego sería Internet: el sistema Arpanet, un circuito cerrado de sistemas informáticos para el intercambio de información académica.

Uno de los pioneros del SL es Richard Stallman, impulsor del sistema operativo libre GNU y actualmente uno de los principales activistas pro libertad de programas. El programador es el creador del término “copyleft”, contrario al tradicional “copyright”. “Left”, en inglés, significa izquierda: una declaración de principios.

Circula por la web una suerte de leyenda en torno a Stallman y lo que luego sería la primera experiencia de SL. Graduado de físico en Harvard, el programador se hartó de soportar el atascamiento permanente de una impresora en su trabajo y mejoró el sistema del aparato para evitar obstrucciones en la labor diaria. Todo luego que la empresa dueña del software de la impresora se negara a brindarle el código fuente para solucionar el problema.

Tras la experiencia, ya entrada la década del ‘80 irrumpieron las empresas de sistemas en el mercado y se inició la etapa de la limitación a través de las licencias. Si bien las trabas para la circulación de los programas se mantienen vigentes, la irrupción de los programas abiertos trajo aire fresco a la industria del sector. De esa manera, los usuarios que desearan mantenerse al margen de las grandes empresas de computación podrían hacerlo sin desembolsar dinero. Una liberación que tiene costados de militancia.


Las cuatro libertades


Para los programadores de SL existen cuatro puntos centrales en su cruzada que, en la jerga, denominan “cuatro libertades”. Según el sitio de la Asociación Civil Software Libre Argentina (Solar), las libertades son la de “usar el programa, con cualquier propósito”, la de “estudiar el funcionamiento del programa, y adaptarlo a las necesidades”, la libertad de “distribuir copias, con lo que puede ayudar a otros” y la de “mejorar el programa y hacer públicas las mejoras, de modo que toda la comunidad se beneficie”.

“Se entiende como SL a aquellos programas informáticos que pueden usarse, copiarse, modificarse y distribuirse legalmente. Esto permite un modelo de desarrollo, crecimiento y sustentabilidad diferente al modelo más conocido del software no-libre, o privativo/propietario, donde las empresas-autoras restringen la copia y penalizan el compartir”, explica a Notio Martín Olivera, integrante de Solar.

Tres de los principales ejemplos de SL masificados en el mundo son los sistemas Linux, Mozilla Firefox y OpenOffice. “Se genera un ecosistema de servicios, innovación y desarrollo diferente, más inclusivo y competitivo”, apunta Olivera.

En Argentina, las empresas dedicadas al desarrollo de programas públicos se nuclean en la Cámara Argentina de Empresas de Software Libre (Cadesol), una organización que se dedica a establecer negocios entre los emprendedores y los consumidores.

El uso público y una ley que espera

Si bien la gran mayoría de las firmas que desarrollan SL son pequeñas, medianas y hasta cooperativas, hay grandes empresas multinacionales que se dedican a la programación pública. Tal el caso de IBM o Red Hat, ésta última con un convenio vigente firmado con el gobierno nacional para el uso en oficinas públicas de software con código abierto.

Sin embargo, para los especialitas en SL, el porcentaje de programas abiertos en el Estado todavía es insuficiente: países como Venezuela, Brasil, Francia, Rusia o Estados Unidos, cuentan con políticas públicas para la creación de SL y el uso masivo de los programas.

“En el Estado se utiliza mucho SL, pero son pocos los casos donde se devuelve a la comunidad”, indica Olivera. Sí hay expresiones en ámbitos académicos como la plataforma SIU-Toba o el software para televisión digital Ginga, en la Universidad Nacional de La Plata. Lo mismo sucede, por ejemplo, en la Municipalidad de Rosario que utiliza SL para trámites tributarios. “En la práctica se usa mucho SL pero con poco respaldo institucional. No hace mucho que se está hablando seriamente sobre el tema”, dice Sebastián Bassi, especialista en Biotecnología e integrante de Solar.

“El SL ya es parte del ecosistema del software, a esta altura no tiene mucho sentido hablar de una industria de software privativo separada de la del Software Libre”, agrega Bassi. En el Congreso de la Nación espera tratamiento una ley impulsada por el legislador del bloque Solidaridad e Igualdad (SI), Eduardo Macaluse, que pretende la instalación de SL en todas las oficinas de la administración pública nacional. Presentada en marzo (en rigor, se trata del reimpulso de varios proyectos que se iniciaron en 2002) la norma tiene giro a tres comisiones pero en ninguna fue tratado.

El propio Stallman estuvo en el anexo de la Cámara de Diputados junto a Macaluse para darle mayor empuje a la iniciativa. Pero todavía nada sucedió. “No se prioriza el tema del SL. En parte porque las grandes empresas tienen una gran incidencia y un gran poder de lobby”, dice el legislador. Según fuentes legislativas, el proyecto no está entre las prioridades. Mientras, el uso casi exclusivo de los programas privativos sigue dándose en la órbita estatal. “Por más que empresas privativas entregue gratuitamente el software a las oficinas públicas no se trata de una concesión filantrópica, sino de una imposición cultural”, opina Macaluse.

“Seguiremos presentando el proyecto de ley cuántas veces haga falta. Si nosotros no estamos más, lo harán quiénes nos continúen. Es una discusión que tiene que darse”, concluye.

Fuente: notio.com

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